LA VIVIENDA COMO ESCENARIO

Recuperando la frase de Noel Arnaud que tanto me gusta: soy el espacio que habito, reflexiono sobre si la vivienda es realmente el reflejo de quien la habita.

En algunos casos, la vivienda se utiliza como máscara tras la que se esconde un ser humano. En este sentido, la vivienda sería un escenario donde proyectarse, siendo el mobiliario, los elementos decorativos, el color una pose. En estos interiores se puede percibir algo fingido ya que respiran hacia afuera, hacia el espectador.

En otros casos, la mascarada no es intencionada sino que sucede por puro desconocimiento de los gustos y deseos ya que nunca antes se han planteado cómo resolver la reforma o decoración. En estas ocasiones, las decisiones se toman domesticadas por gustos heredados de la sociedad o del entorno.

Por otro lado, también he observado que cuando alguien decide renovar su vivienda, se empacha de revistas de decoración, de cuya indigestión nace un entendido muy valiente. El resultado suele ser un mosaico de ideas replicadas que pueden generar espacios actuales pero sin fragancia. Estos ambientes acaban por no representar a quien los habita.

Mi consejo para navegantes: primero, preparar una lista con las personas que van a habitar la vivienda (alguna vez, no es el abuelo quien olvida, sino el olvidado); continuar con las necesidades y prioridades de cada ocupante y terminar con un inventario de los gustos y disgustos de cada uno. Con todo esto, puede comenzar el reparto de metros. Y, muy importante, preguntarse en cada uno de estos pasos si el objetivo es construir un hogar o un escenario.
Esther García Labeaga